La tecnologia como soporte y no como pilar en el contexto educativo

La globalización actual ha generado el apogeo de la tecnología en la cotidianidad humana, por tal motivo no deja de lado al sistema educativo y los contextos escolares para fortalecer los procesos de enseñanza-aprendizaje, generando fuertes repercusiones. Repercusiones que ofrecen panoramas positivos y otros eficaces pero a lo mejor no muy favorables.
Muchos han pronosticado el futuro de la educación con el futuro de la tecnología y a lo mejor, esa tecnificación si se logre gestar en las aulas de clase; la pregunta clave recae en ¿Cuáles son los beneficios de tecnificar la educación? Para dar respuesta hay que pensar sobre los impactos tecnológicos hasta ahora en el campo educativo. Si bien ya el acceso a la información es ilimitado e internacionalizado, la capacidad de pensar se está viendo reducida, e incluso opacada por las potencias de computadores, celulares o tabletas.
La tecnificación educativa entonces, puede traer beneficios cuando esta se utiliza de una buena manera; cuando se convierte en una guía y no en el soporte de base para la producción de conocimiento y aprendizajes. Cuando no se convierte en el eje central y desplaza al maestro a ser el coordinador de dispositivos tecnológicos (no estoy diciendo que este modelo no funcione, en Corea tiene resultado), sino que es una herramienta que el maestro utiliza para convertir el contenido más ameno, generar incertidumbres y permitir la construcción de redes de intercambio de conocimientos y experiencias con los educandos, mediante foros, plataformas educativas, páginas web, conferencias virtuales, entre otras herramientas tecnológicas de aprendizaje.
Dicho esto, retomo la pregunta expuesta en el video 2111, ¿es necesario tecnificar la educación para obtener una buena calidad?; como lo muestra Finlandia, sin la tecnología como pilar fundamental del edificio escolar, la calidad es posible. No hablo de calidad en términos evaluativos de +rendimiento, sino en calidad englobada dentro del marco de competencias y habilidades humanas para interpretar, ser y estar en el mundo. Calidad en pensamiento crítico, formación humana y análisis reflexivo sobre lo acontece alrededor.
Desde esta perspectiva, en Colombia la tecnología puede ser tomada como una herramienta que apoye los procesos formativos, pero no como el proceso formativo en sí; o dado el caso, es necesario formar en criterios críticos frente al uso de la tecnología; pues no se trata de que las escuelas se conviertan en centros tecnológicos, donde los principios de igualdad, equidad, pensamiento crítico y trabajo grupal tenidos en cuenta en Finlandia, desaparezcan.
Se trata de transformar al aula en un verdadero espacio de formación, donde se enseñe a pensar; un saber; un saber hacer y un saber ser, en una labor conjunta entre maestro, tecnología y estudiante. Donde se articulen los avances tecnológicos en el aula, pero con un sentido y un propósito y no solo para que se dicte la clase por medio de una pantalla interactiva y el maestro no realice ninguna intervención, puesto que si eso sucede, seremos “cretinos militantes” como lo expreso Michea, o en este contexto, cretinos tecnológicos y no estaríamos formando con la tecnología, ni mucho menos construyendo saberes y aprendizajes significativos.
Con lo anterior, puedo decir entonces que el reto está en saber utilizar esa tecnología en los campos escolares, para que no se de una tecnificación absoluta, que nos quite teclado a teclado, mensaje, a mensaje la capacidad de pensar críticamente y desvelar el mundo para desenvolvernos en él; para que nos inhiba una formación no solo teórica, sino también practica y humana, para ser y estar en el universo no como humanos tecnificados, sino como humanos con un uso crítico y reflexivo de la tecnología para enriquecer nuestros aprendizajes sobre la realidad.

Astrid Johanna Martínez Jiménez.
Estudiante formación complementaria Grado 13.